Nora Ephron hablaba mucho de diseño. Lo hacía porque describía las situaciones a partir de su lado físico, palpable, visible. De ahí llegaba a lo sentimental, a lo ideológico, a lo conceptual incluso o a lo espiritual. Así, casi cualquier cosa: un bolso, su silla, una lámpara, un novio tal vez, o lo que servía en su casa cuando organizaba una cena, le preparaba el camino para hablar de diseño, es decir: para repensar la vida.
