El anillo verde de Vitoria, no es siempre verde, porque los campos de color amarillo intenso de la colza salpican las parcelas que rodean la capital vasca en las tomas aéreas del helicóptero y de los drones que, con su inquietante estampa, persiguen desde el aire a los ciclistas en su primer esfuerzo de la Itzulia. Alrededor del Buesa Arena, de cuyas tripas surge cada minuto un corredor, se dirime la primera clasificación de la carrera vasca, un esbozo tan atinado como cuando a la inteligencia artificial se le pide un cuadro al estilo de Velázquez con la fotografía de un cuñado. A veces acierta, a veces no.
